16 de julio de 2009

NACIMIENTO DEL RIO PALANCIA 2ª PARTE


Ya teníamos hecho el primer tramo, pero ahora venía lo desconocido, para la mayoría de nosotros, el penetrar por el estrecho cañón “el Estrecho del Coscajar”; la mañana, aunque calurosa, para nosotros resultaba refrescante por el entorno en donde estábamos.

Nos dirigimos hacia el estrecho cañón de altísimas paredes talladas por el surco del agua de los barrancos que fuyen en el a lo largo de los años. Parece mentira que tan bello paisaje y soberbia obra de la naturaleza se encuentre a unos kilómetros de la Plana, y no conozcamos ni apreciemos suficientemente su encantador contorno.

El agua ha ido abriendo el surco de las montañas y haciendo su camino serpenteante en medio de sus altísimas paredes y desniveles existentes.

El camino no es fácil, en ocasiones tenemos que ayudarnos con el bstón o con las manos para saltear los obstáculos que las finas piedras interrumpen nuestro camino.

En ocasiones te puedes imaginar lo que será aquel cañón cuando las lluvias de abril o septiembre invaden nuestras tierras, cuando las tormentas muestran su aterrador poderío ante la fragilidad del hombre. Hicimos una parada para descansar y reponer fuerzas, en cada recodo.

Si su lecho sin una gota de agua se hace dificultoso, ¿que será cuando por él surja un riachuelo de enfurecido caudal? Durante unos cuatrocientos metros pasamos con su permiso por su interior, con el susurro de nuestra marcha y el revuelo de las moscas, pero nuestro ímpetu y afán de aventura estaba por encima de todo.

Cuando se terminó, llegamos a su ensanche a la Rambla Seca, seguimos su peculiar cauce, viendo su singular vegetación y sus accidentes orográficos, en ocasiones íbamos por la senda que bordeaba su cauce.

Hicimos una parada para descansar y reponer fuerzas; en cada recodo mirábamos si veíamos por donde debíamos salir, en las laderas del barranco solo se veía su tupida vegetación, y en ocasiones nuestro trayecto se cubría de dificultades porque los zarzales nos impedían el paso.
Al final con una gran alegría vimos la carretera a lo alto , pero nos faltaba el punto de referencia pasa salir de aquella torrentera, buscábamos el puente que nos indicaría que nuestra etapa había finalizado.

Por fin difuminado por la tupida vegetación alcanzamos a ver el puente que nos indicaba que nuestro trayecto había llegado concluido.

Subimos por la ladera no sin dificultades esquivando las zarzas y llegamos a la carretera en donde un kilómetro más abajo habíamos dejado el coche, al cual subimos los conductores para ir a recoger los vehículos que estaban en Bejís, el resto de los compañeros continuavan su marcha has el hotel cinco kilómetros más abajo.

El resto de compañeros harían el camino a El Toro a pié, ya nos veríamos en el lugar de partida. Una vez con los coches en el “Hotel los Sabriles”, estábamos cansados, sudados y con algún arañazo, lo ideal sería el podernos dar una ducha, y nuestra sorpresa fué que con la amabilidad que caracteriza a estas personas, los propietarios nos indicaron que podíamos bañarnos en la espléndidas instalaciones que nos abrieron para nosotros, y bien que lo agradecimos; con un baño en estas condiciones desapareció todo nuestro cansancio y nos relajamos en sus templadas aguas.

Al final solo faltaba recobrar fuerzas en una copiosa y suculenta comida por un módico precio, que nos sirvieron los propietarios con gran atención y simpatía.